Ya estamos acostumbradas al gran nivel de las conferencias que Charo Izquierdo organiza, junto con la Dirección General de la Mujer, un lunes al mes en el hotel Orfila. La de ayer, con Margarita Álvarez (Directora de Marketing y Comunicación de ADECCO) volvió a dejar el listón bien alto, todo un reto a superar por la próxima invitada en el ciclo de charlas “Mujeres, el Camino hacia el Éxito”.
Con el título de “Los sentimientos; el secreto de nuestros éxitos”, Margarita Álvarez comenzó su disertación sobre la premisa de que, los que sentimos y cómo lo sentimos, tiene mucho que ver con nuestro éxito. Que las emociones son importantes en la organización del paisaje interior del ser humano y en su mapa de relaciones como individuo o como parte de un grupo, es algo que está fuera de toda duda. No en vano la publicidad, maestra de persuasiones, busca desde hace tiempo la emoción del consumidor. Las marcas tienen que caer bien, porque la excelencia en todo lo demás (calidad, buen precio, atención al cliente, responsabilidad social, etc.) es algo que se les da por supuesto. Los valores son muy parecido, y son compartidos por todos. Lo que ha de diferenciar, pues, a una marca o una empresa, es la emoción que transmite.
A nivel fisiológico, la amígdala cerebral es donde residen las emociones más primitivas, los instintos más básicos. Además, gestiona la información cinco veces más rápido que el cerebro racional. La amígdala transmite una gran cantidad de datos antes, si quiera, de empezar a pensar. Otra de sus características es que retiene más y mejor las experiencias negativas, antes que las positivas. Es importante conocer estos datos para empezar a entender un poco mejor cómo operan nuestras emociones.
En los entornos laborales nunca se le ha dado gran importancia a las emociones, y eso es un error. Un concepto importante es el de “flow” (flujo), que es el estado en el que se entra cuando una persona se pone a hacer algo que le encanta y que realmente disfruta. Es un estado que absorbe al individuo y elimina el estrés por el paso del tiempo. Eso es a lo que se debe aspirar en el puesto de trabajo: es bueno para el propio trabajador, para sus compañeros y para el líder del equipo. Recientes investigaciones han descubierto que, paradójicamente, tenemos más momentos “flow” en el trabajo que el ocio.
La capacidad de disfrutar cada día en el trabajo se puede ejercitar a través de cuatro elementos:
MOTIVACIÓN. Está la extrínseca (como el sueldo, por ejemplo, que produce picos) y la intrínseca, que es la realmente potente, es lo que nos hace vibrar cada día. Lo opuesto a easo sería lo que se llama el “despido interior”: trabajar de modo rutinario, sin ilusión, cumpliendo estrictamente los horarios, sin sentir que se tiene una “misión”.
VOCACIÓN. Es un elemento clave para ser feliz en lo que se hace. Puede no tenerse clara desde el principio, pero va aflorando con los años y la descubrimos poco a poco.
CRECIMIENTO. Es muy importante ver que estamos creciendo y que nos estamos desarrollando con lo que hacemos.
SENTIDO. Qué huella dejo con lo que estoy haciendo, sentirse útil. Si una persona conecta su proyecto vital con lo que hace en el trabajo, entonces es cuando se produce la magia.
La felicidad se ha puesto de moda, y como todo lo que se pone de moda, está en riesgo de acabar siendo un concepto banalizado, desvirtuado y vaciado de sentido. Todos los días vemos en prensa y redes sociales noticias sobre investigaciones en felicidad, y muchas veces las informaciones son contradictorias, simplonas y claramente interesadas. Hay que tener cuidado porque nos podemos “cargar” la felicidad…
La felicidad es un tema individual, una decisión particular y personal. Trasladado al mundo de la empresa, se puede escuchar y entender lo que hace vibrar y lo que emociona a las personas, y cuando se trabaja preocupándose por esto, se obtiene la mejor versión de cada uno. La felicidad alarga la vida.