Marisa Fernández, experta en cocina ecológica, volvió a entusiasmar a las asistentes al Taller de Ensaladas con Germinados, que tuvo lugar el pasado 24 de marzo en la sede de Fundación Tejerina.
La incorporación de los germinados a nuestra dieta es altamente recomendable, por muchas razones. Un germinado es una planta que está empezando a brotar, y por lo tanto tiene un enorme potencial, está cargada de energía. Sobre todo en la época de primavera, es cuando los brotes están más pletóricos.
Los germinados tienen enormes cantidades de antioxidantes (que son los encargados de eliminar los radicales libres de nuestro organismo, producidos por el tabaco, la ingestión de azúcares, harinas refinadas…).
También tienen una alta alcalinidad. En el cuerpo debe haber un equilibrio entre alcalinidad y acidez. Generalmente, por nuestra alimentación, tenemos tendencia a tener niveles más elevados de ácido, y nuestra sangre se vuelve ácida. Productos como las legumbres, los cereales (si no son integrales), la carne o el pescado son ácidos. Las verduras, las frutas, las algas o los germinados, por el contrario, son altamente alcalinos. El limón también, y se usa para alcalinizar algunos alimentos.
¿Cómo se germina en casa? Se pueden usar garbanzos, lentejas, guisantes, arroz, semillas de sésamo… Hay que comprar, en tiendas ecológicas, semillas especiales para germinar. No hay que usar nunca las semillas de los alimentos solanáceos (plantas que crecen por la noche) como la patata, el pimiento, el tomate o la berenjena, ya que germinadas se vuelven tóxicas. Estos alimentos, además, al crecer por la noche, son deficitarios en sales minerales como calcio o potasio, y cuando los ingerimos, se las “roban” a nuestro organismo. Por eso si tenemos problemas de huesos, como osteoporosis, debemos evitar ingerir estas verduras.
Una buena semilla para germinar en casa es la alfalfa. Cogemos un bote de cristal, echamos una cucharada de semillas de alfalfa, un poco de agua, y se deja media hora. Después tapamos el bote con una gasa, ajustándola con una goma, y filtramos el agua. A continuación se pone el bote en un sitio donde no haya luz y aireado (para que no se pudran); de esta manera, provocamos que crezcan, porque buscarán la luz que necesitan para ello. Se lavan las semillas por la mañana y por la noche. Al tercer día ya veremos que empiezan a germinar, y al quinto o sexto ya se tiene un germinado bastante grande. ¿Cuándo se debe cortar el proceso? Cuando el brote tiene el tamaño aproximado de dos dedos y empieza a echar hojitas. A los cinco días ya se pueden poner al sol. Después se meten en cajas de plástico, de las que tienen agujeritos (como las de las fresas) y me meten en la nevera para usar cuando queramos.
También se pueden germinar, por ejemplo, lentejas. Se dejan una noche en remojo, por la mañana se les retira el agua y se les pone por encima un paño húmedo. En cuanto empieza a salir el brote (como al tercer día) ya están listas para comer.
¿Cómo se pueden preparar y consumir los germinados? En ensaladas, que es lo más fácil, pero también se pueden saltear y después se mezclan con arroz o pasta integral, o utilizarlas para rellenar empanadillas. Se pueden combinar con otras verduras, legumbres o cereales, o con un pisto, por ejemplo. Los brotes pueden ser de semillas de fenogreco, rabanito rosa, mostaza blanca, girasol, brócoli… hay infinidad de posibilidades y todos los germinados poseen mayores propiedades organolépticas.
Tras la parte teórica del taller, llegó el momento más divertido, el de experimentar, probar, combinar y, sobre todo, echarle imaginación. Las asistentes pudieron poner en práctica todo lo aprendido y, al final, degustar los sabrosos y sanos platos preparados por ellas mismas, además de llevarse un estupendo regalo de los patrocinadores: Liliput, Semilla Nativa y El Granero Integral.