La charla ofrecida por Charo Izquierdo (“EL VIAJE PARA EL QUE NECESITARÉ UNA BRÚJULA Y UNA PELOTA DE GOLF”) el pasado lunes 22 de septiembre, fue el mejor comienzo posible de semana. Su sabio mensaje no sólo penetró en mi mente, sino que traspasó mi corazón como una fina lluvia para llenarlo de felicidad y optimismo.
Por eso, me gustaría haceros aquí un breve resumen de sus palabras, tan inspiradoras como serenas y reflexivas.
En primer lugar, consideremos que no es tan importante lo que “sucede” como lo que decimos sobre lo que “sucede”. Los obstáculos, de este modo, se pueden convertir en regalos para sacar lo mejor de nosotros mismos. Haciendo un rápido barrido por nuestras vidas, es fácil darse cuenta de que tan malo es hundirse con los fracasos como subirse con los éxitos.
Aquí es donde entra en juego nuestra capacidad para manejar el ego. Hemos de ser muy conscientes, hacer inventario de nuestros defectos de carácter, dejar de lado nuestra parte más “fea” y abrazar todo lo valioso y positivo que hay en nuestro interior, aceptar nuestro poder sin volvernos petulantes. Y lo más importante: dejar de pensar que lo podemos controlar todo, porque este pensamiento es de los que más rigidez y desasosiego introduce en nuestras vivencias.
En la vida hay cuatro puntos cardinales: pasión, emoción, acción y actitud. De éstos, lo más importante es sin duda la actitud. Una actitud positiva cambia la perspectiva y nos trae equilibrio. También nos ayuda a algo fundamental como es el agradecimiento, tanto hacia nosotros mismos como hacia los demás y las circunstancias que nos rodean, contrarresta la ira, la rabia, la envidia… Del agradecimiento es fácil pasar al perdón, un ejercicio básico en nuestra gimnasia emocional que nos ayuda a estar bien y produce una tranquilidad mágica.
Las inevitables experiencias de dolor y pérdida se contrarrestan con optimismo, coraje y valentía. Nuestro marco objetivo construido de hechos y vivencias no hace más que conformar un mapa de futuro. En una encuesta que se realizó entre ejecutivos con éxito de más de 40 años, se obtuvo como resultado que casi ninguno había llegado donde pensaba que estaría. ¿Qué nos revela eso?
Quizás todos, en algún momento de nuestra vida, deberíamos parar y reflexionar sobre lo que de verdad es importante, sobre lo que de verdad queremos, poner en orden nuestras prioridades y pensar que no hay fracaso sino soluciones posibles. Cada día es el momento de decidir cómo queremos que sea nuestra vida presente y futura, haciendo de cada paso una meta y de cada meta un paso.
¿Cuáles son nuestras motivaciones profundas? ¿Qué implicaciones intrínsecas y extrínsecas hay en cada uno de nuestros actos? ¿Cómo podemos ir más allá? A veces nos sentimos inmersos en ese bosque de pequeños hechos cotidianos y no podemos salir de él para obtener perspectiva y contemplarlo en toda su majestuosidad. Hay que salir, elevarse y buscar la trascendencia, reparar en las compensaciones de todo lo que hacemos.
Para conseguir un fin hay que planteárselo como reto, luchar por lograrlo, superar las dificultades y no tener miedo al fracaso, pero tampoco al triunfo. La meta es el 10 y si no llegamos a ese 10 ahora, nos levantamos y lo volvemos a intentar. Lo importante es hacer las cosas lo mejor que podemos, buscar la perfección y la excelencia, pero siempre desde la humildad.
Vivir es aprender y eso es lo más maravilloso… Aprender de la experiencia, del éxito y del fracaso, con integridad y honestidad. Es importante ser buenas profesionales, pero sobre todo buenas personas, priorizar la calidad humana sobre la profesional.
La felicidad, fin supremo de la vida, tiene que ver con “ser” y no con “tener”. Y podemos buscarla en las 5 “B”:
Brújula: para no perder el norte.
Bálsamo: para quererse.
Bucear: en nosotros mismos.
Bondad: como cualidad más deseada en nosotros y en aquellos de quien nos rodeamos.
Bola: como amuleto para recuperar la fuerza.
Una de las vidas más ejemplares, y que resume las enseñanzas de Charo, es la de Nelson Mandela. Después de 27 años en prisión, fue liberado, elegido Presidente y perdonó a sus enemigos.
Por Sara Navarro
Presidenta de AMMDE